Desde chica, sin que nadie me lo explicara, aunque todos me dijeran que no, entendí que iba a esar sola y asumí que estar sola cuesta mucho, duele en el cuerpo, enferma. Que no tener en quién apoyarse pesa y duele. Me di cuenta rápido que los cuentos infantiles que terminan siempre bien son sólo cuentos.
De chica intuí que hay que confiar poco y en pocas personas; ahora comprobé que hasta el mejor amigo, que hasta el hombre de tu vida puede traicionarte. Que los humanos somos sólo humanos y por eso decepcionamos.
Ahora pienso que si alguien me lo hubiera dicho desde el principio, habría sido todavía más cautelosa. Hubiera confiado menos y me hubiese dolido menos. Pero no hubiera aprendido nada ni estaría aquí, contando esta historia de ilusión y desgarro que es la mía.
Claro que mi cuerpo no resiste ni cien minutos, ni cien segundos más de esta agonía. Me duele el engaño. Me duele pensar que ya no voy a verlo. Me consuela saber que existe en mi cabeza, que ahí va a vivir para siempre perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario