domingo, 15 de enero de 2012

 Que quizás lo que me pasa es que ya estoy harta de las despedidas y de no saber ya más maneras de decir adiós. Harta de coser los rotos de mi corazón y de llenar mis pensamientos con la palabra 'amor'. Y hacer viajes en carreteras infinitas para lamer las heridas. Saldar deudas con el pasado que tanto te dice: 'por favor, quédate un rato más a mi lado'. Pero ya no saber cuál es la fórmula para dejar de querer tanto. Que tus noches se resuman en insomnio, y cuando no, en pesadillas. Y tus mañanas en reflexiones sobre como de dura puede llegar a ser la vida. Me dejé llevar por el viento, por el fuego, el agua, y la tierra. Puse mis cinco sentidos, y quise tratar de olvidar todo aquello que nunca llegué a ser. Me arrepentí tanto que ahora sólo quiero no tener que pedir más perdones por un pasado que intenta ser ya olvidado. Me refugié bajo las sábanas de mi cama pensando que sería invisible. Pero los latidos de mi corazón me delataron. Traté de aprender cuál era la forma para dejar de respirar, pero entre tanta tontería, la única que aprendí fue la de cómo amar. Si buscas entre los rincones me encontrarás agazapada y echa pedazos. Cansada de decirle adiós y con mis sentimientos que ya se han escapado. Escribí todos mis recuerdos e intenciones en notas de papel, pero ahora el viento se las he llevado. El fuego se encargó de quemar las restantes. El agua apagó todo lo que el fuego había causado. Y finalmente, la tierra se encargó de enterrarlo. Y ya no me queda nada de eso que algunos llaman vida. Un puñado de cristales rotos y de noches vacías. Coleccioné mis lágrimas en botecitos de cristal, porque ahora lo que todo el mundo tenía era una sonrisa. Y yo, seguía sin saber cómo encontrar la mía. Traté de dar pena, pero como vi que no funcionaba, simplemente me refugié en mi soledad, porque lo otro no me compensaba. Si nadie se preocupaba por mí, era una cosa que ya no me importaba. Sabía por los cuentos que en la realidad las personas eran tan crueles como la bruja mala. Aparqué a un lado todas las mentiras y me quedé con las verdades. Pero aquella realidad dolía tanto que no tuve más remedio que dejarlo todo aparte. Y ahora estoy aquí. Sin saber cómo sigue esta historia, de la cuál ya me perdí. Recomponiendo corazones rotos, y poco a poco, trocitos de mí. Volví a coser los rotos y a lamerme las heridas. Dejé de esconderme bajo aquel par de sábanas frías. Ahora me siento sobre la arena, y contemplo la luna llena. Que ella, nunca dice ni verdades, ni mentiras. Dice adiós todas los días, pero cada noche vuelve para darme una sonrisa.

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