Los seres humanos tenemos la costumbre de, siempre que nos pasa algo, echarle la culpa a un tercero. A Dios, al destino, a la vida en sí. Y... ¿nunca se pusieron a pensar que si en verdad nos pasa algo es porque nosotros así lo quisimos? Nosotros manejamos nuestro destino, somos dueños de lo que nos sucede y lo que no. Es fácil si lo miramos desde este punto de vista, pero no es tan así. En verdad creo que auto-adueñarse de uno mismo lleva bastante tiempo (o al menos a mí me llevó). Empezar a abrir la mente hacia nuevos horizontes, no tener miedo de nada ni nadie, no suponer cosas que van a pasar porque siempre pasa lo que nuestro inconsciente desea, eso que el corazón suele ocultar. Y ahí surge la verdad escondida, lo que tanto usamos y no comprendemos del todo: lo esencial es invisible a los ojos. Y esto no significa que estamos solos, que no hay que rezarle a un Dios... ¿Por qué no le rezas a TODOS los dioses del Olimpo? Si a fin y al cabo las religiones son un invento más del hombre para combatir la soledad, para no sentirnos abandonados, solos... los dioses y las brujas están, Dios está. Escondidos, pero están.
Cuidado con lo que quieres porque algún día lo podés conseguir. No se trata solo de tu voluntad, dale tiempo al tiempo.
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