lunes, 11 de febrero de 2013


Volver de un viaje implica adaptarse a nuevos cambios, ver más allá de lo perceptible, comprobar que algo no anda bien o que marchan demasiado bien como para desafiar a la duda, que las cosas están patas arriba, que el ambiente se siente algo distinto, incómodo o más agradable de lo normal. Es reconocer que algo o alguien falta, que el humor tiene un nuevo sentido o que está teñido de nostalgia. Es ver que las cosas han envejecido de golpe y que están a dos centímetros de su lugar de origen, que las prendas que cuelgan en las perchas ahora tienen mas arrugas desde que se guardaron, que aquellos libros ahora están cerrados y apilados en una estantería en vez de la mesa de luz de siempre, que las tazas de cafe ya no tienen ese gusto a café, que incluso la contestadora no halla guardado ningún saludo afectivo como se estimaba recibir, y lógicamente  borrar en los proximos minutos. Volver para quedarse, para despertar viejos sentimientos, para revivir un lugar deshabitado y probar lo obvio, que por mas que se le quiera dar vuelta al asunto, todo está exactamente donde se había dejado, que los afectos no se habían roto y que el ambiente solo le necesitaba ventilarse con aire fresco y buena música . Todo lo demás no era mas que ideas de la mente de uno.... 

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