lunes, 26 de septiembre de 2011


Las horas se empeñan en alejarme más y más de tus besos, y el olor de tu pelo se va yendo con cada soplo del viento. A veces en un rincón de mi habitación, me pregunto ¿por qué el tiempo existe? ¿Acaso si no existiera el tiempo tú fueras para siempre? Los minutos se multiplican con cada pestañeo y el tic tac del reloj se convierte en una de esas canciones que te cansas de escuchar. Tal vez tus besos se queden en mis labios, pero poco a poco el gusto de los tuyos se desvanece con la saliva de mi boca. Los siento, sí, pero una vez más el tiempo juega en mi contra sepultándome en deseos de liberarme y estar contigo en un lugar que no nos importe nada más.

Las flores tienen un olor distinto en este Noviembre oscuro, tal vez mi olfato me esté castigando por las muchas veces que me desvelé oliendo tu perfume, ese perfume que te envolvía tu cuello y tu pecho. ¡Malditas noches! Aún recuerdo como dormías y cómo tu pecho subía y bajaba en una completa danza. Mi corazón latía, sí lo hacía, estaba viva. Ahora ni siquiera siento mi pecho y doy gracias cuando alguien me toca o me empuja en la calle sin querer, porque siento que vivo y que lato aunque sea en esa fracción de segundo en dónde el cuerpo parece perder el equilibrio. ¿Y si te viera? No te diría nada, tal vez gracias, porque vivo de recuerdos, vivo de fragancias, de cartas guardadas en un lugar de mi habitación y de escritos en la nevera que aún esperan ser leídos. No volverás, pero yo aún sigo esperando porque sé que en mis sueños como cada noche estarás. 

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